domingo, 2 de junio de 2013

Yo. Mujer y las “Jeunes Filles d’Avignon” de Picasso

licet katerInE suárez| Estudiante e investigadora| Publicado el 6 de junio de 2013



Pablo Picasso| Las señoritas d'Avignon
Cada ser humano representa el mundo de una forma particular, esto simboliza los referentes que lo circundan y los guarda en su memoria personal para que se activen en el momento dialógico colectivo cultural. El cerebro humano, como entidad sintiente, semantiza, re-semantiza su entorno gracias a su potencial biológico-evolutivo, a su configuración eléctrico/química. ¿Y cómo podemos apreciar esto en la cotidianidad? El ejemplo que quiero citar a modo de ilustración, además de afirmación, es el siguiente: uno de los significados- por no decir que el único- que activa la mujer como ser simbólico es el de objeto sexual. ¿Por qué esta imagen se ha mantenido tanto tiempo y dejamos que se perpetúe? Tal vez a veces instantáneamente queremos dar respuesta a este y a todos nuestros interrogantes existenciales. Sin embargo, a veces sin quererlo, y por ir en esa búsqueda de respuesta, nos convertimos en la Irma cortazariana, en la Marie de El extranjero, en la Ana Karenina de Tolstoi, en la Bovary de Flaubert y entonces frente a esta metamorfosis inesperada aceptamos, de la manera más cobarde, la imposición de un canon absurdo y degradante, registrando en nuestra cognición la fantasía femenina de un imposible umbral al que denominamos “libertad”. Nos escudamos tras un lenguaje machista para justificar no solo nuestra impotencia existencial, sino también para validar el papel judeocristiano de la mujer occidental, un papel que podemos resumir en sumisión, haciendo del hombre no su padre, amigo, amante, esposo sino su único verdugo.

Florence Thomas afirma con lucidez: “amar es el riesgo de querer al otro en su libertad, esperando sólo la fidelidad que él se debe a sí mismo”. Hombre y mujer dicen amarse, pero ¿cuál es el significado que activan el amor, la libertad y ser mujer? Pero aún, la mujer creyendo en la idea de una evolución social, del logro de una libertad existencial y sentimientos equitativos, intenta acercarse al más perfecto idealismo feminista (¿o debemos decir chauvinista?), intentando re-semantizar el papel subordinado e instrumental, con resultados más que patéticos. Nos sigue gustando la configuración semiótica de lo femenino que el hombre, quiérase o no, impone. Basta con observar la publicidad, las revistas, los carteles, los catálogos para la venta de productos de belleza y ropa y lo que encontramos es el sema isotópico. Mujer ═ sexo.

El amor, la sexualidad y el sexo femenino han sido el tópico semantizado y re-semantizado por el cerebro masculino imponiéndolo en una sociedad que ha terminado por ser completamente masculina en cuanto a configuración semiótica. Este tipo de tendencia obedece, sin duda alguna a resortes de procedencia biológica. El sexo es un instinto, una necesidad animal: Las pautas de comportamiento sexual humano son diversas y complejas.

La variabilidad es mayor en las etapas iniciales (cortejo), hay algunos patrones del flirteo y señales de atracciones sexuales virtualmente universales, resistentes a las barreras culturales. En todo grupo humano la gente puede querer realizar actos sexuales por una multitud  de motivos, que se pueden combinar en proporciones variables: a) procreación, b) logro de placer en intimidad afectiva, (Kama Sutra), c) medio para lograr fines.

Por fortuna, no todos los hombres ven en  la mujer (i.e. representan) sólo lo sexual. Ven en ella todo un universo de significaciones que la convierten en su par, en una suerte de alter ego. Pienso en el caso de Picasso. Si bien es cierto que gozó de los encantos carnales femeninos, vio en la mujer la posibilidad de expresión perfecta de misterio y de unidad. El cuadro de las Jeunes filles d’Avignon es muestra de ello y lo vemos por ejemplo en la mujer que está de espaldas con los muslos y el rostro de frente, saliendo de sí misma una mirada profunda, con aires de dureza y voluntad de dominio; es el logro de una geometría femenina, un desnudo configurado en un croquis asimétrico, produciendo una sensación de metamorfosis, entreviéndose un erotismo como éter existencial ligado a un feminismo autónomo.

Picasso escala por el camino del desnudo femenino y no teme; sigue y significa con su lente artístico, permitiéndole al espectador acercarse a la orilla del óleo, viendo allí mismo que somos más que un ausente ser de amor y respeto, condenado a la idea de fidelidad de un machismo que no reconoce y no ve en la mujer una verdadera poesía de vida, de pasión y de existencia.

Es probable que Picasso haya querido enseñarles a las mujeres de su época que el erotismo es algo más que una simple representación sexual, que el erotismo no es sólo un acto biológico sino la expresión del lenguaje consolidado a partir de unos procesos cognitivos (lo emotivo generado y procesado en el hemisferio derecho cerebral) de una actividad lingüística (entendida como un campo de estudio de muchas posibilidades de expresión del lenguaje y por ende de la lengua).Quiero creer que Picasso no hacía el amor sino vivía el amor, no consumía al otro sino que contemplaba al otro. Como artista, no era presa de la sociedad de consumo sino  de una sociedad de contemplación, de desposesión, surrealismo y patafísica, irreverencia y desafío.
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licet katerInE suárez| Estudiante e investigadora| Publicado el 6 de junio de 2013



Pablo Picasso| Las señoritas d'Avignon
Cada ser humano representa el mundo de una forma particular, esto simboliza los referentes que lo circundan y los guarda en su memoria personal para que se activen en el momento dialógico colectivo cultural. El cerebro humano, como entidad sintiente, semantiza, re-semantiza su entorno gracias a su potencial biológico-evolutivo, a su configuración eléctrico/química. ¿Y cómo podemos apreciar esto en la cotidianidad? El ejemplo que quiero citar a modo de ilustración, además de afirmación, es el siguiente: uno de los significados- por no decir que el único- que activa la mujer como ser simbólico es el de objeto sexual. ¿Por qué esta imagen se ha mantenido tanto tiempo y dejamos que se perpetúe? Tal vez a veces instantáneamente queremos dar respuesta a este y a todos nuestros interrogantes existenciales. Sin embargo, a veces sin quererlo, y por ir en esa búsqueda de respuesta, nos convertimos en la Irma cortazariana, en la Marie de El extranjero, en la Ana Karenina de Tolstoi, en la Bovary de Flaubert y entonces frente a esta metamorfosis inesperada aceptamos, de la manera más cobarde, la imposición de un canon absurdo y degradante, registrando en nuestra cognición la fantasía femenina de un imposible umbral al que denominamos “libertad”. Nos escudamos tras un lenguaje machista para justificar no solo nuestra impotencia existencial, sino también para validar el papel judeocristiano de la mujer occidental, un papel que podemos resumir en sumisión, haciendo del hombre no su padre, amigo, amante, esposo sino su único verdugo.

Florence Thomas afirma con lucidez: “amar es el riesgo de querer al otro en su libertad, esperando sólo la fidelidad que él se debe a sí mismo”. Hombre y mujer dicen amarse, pero ¿cuál es el significado que activan el amor, la libertad y ser mujer? Pero aún, la mujer creyendo en la idea de una evolución social, del logro de una libertad existencial y sentimientos equitativos, intenta acercarse al más perfecto idealismo feminista (¿o debemos decir chauvinista?), intentando re-semantizar el papel subordinado e instrumental, con resultados más que patéticos. Nos sigue gustando la configuración semiótica de lo femenino que el hombre, quiérase o no, impone. Basta con observar la publicidad, las revistas, los carteles, los catálogos para la venta de productos de belleza y ropa y lo que encontramos es el sema isotópico. Mujer ═ sexo.

El amor, la sexualidad y el sexo femenino han sido el tópico semantizado y re-semantizado por el cerebro masculino imponiéndolo en una sociedad que ha terminado por ser completamente masculina en cuanto a configuración semiótica. Este tipo de tendencia obedece, sin duda alguna a resortes de procedencia biológica. El sexo es un instinto, una necesidad animal: Las pautas de comportamiento sexual humano son diversas y complejas.

La variabilidad es mayor en las etapas iniciales (cortejo), hay algunos patrones del flirteo y señales de atracciones sexuales virtualmente universales, resistentes a las barreras culturales. En todo grupo humano la gente puede querer realizar actos sexuales por una multitud  de motivos, que se pueden combinar en proporciones variables: a) procreación, b) logro de placer en intimidad afectiva, (Kama Sutra), c) medio para lograr fines.

Por fortuna, no todos los hombres ven en  la mujer (i.e. representan) sólo lo sexual. Ven en ella todo un universo de significaciones que la convierten en su par, en una suerte de alter ego. Pienso en el caso de Picasso. Si bien es cierto que gozó de los encantos carnales femeninos, vio en la mujer la posibilidad de expresión perfecta de misterio y de unidad. El cuadro de las Jeunes filles d’Avignon es muestra de ello y lo vemos por ejemplo en la mujer que está de espaldas con los muslos y el rostro de frente, saliendo de sí misma una mirada profunda, con aires de dureza y voluntad de dominio; es el logro de una geometría femenina, un desnudo configurado en un croquis asimétrico, produciendo una sensación de metamorfosis, entreviéndose un erotismo como éter existencial ligado a un feminismo autónomo.

Picasso escala por el camino del desnudo femenino y no teme; sigue y significa con su lente artístico, permitiéndole al espectador acercarse a la orilla del óleo, viendo allí mismo que somos más que un ausente ser de amor y respeto, condenado a la idea de fidelidad de un machismo que no reconoce y no ve en la mujer una verdadera poesía de vida, de pasión y de existencia.

Es probable que Picasso haya querido enseñarles a las mujeres de su época que el erotismo es algo más que una simple representación sexual, que el erotismo no es sólo un acto biológico sino la expresión del lenguaje consolidado a partir de unos procesos cognitivos (lo emotivo generado y procesado en el hemisferio derecho cerebral) de una actividad lingüística (entendida como un campo de estudio de muchas posibilidades de expresión del lenguaje y por ende de la lengua).Quiero creer que Picasso no hacía el amor sino vivía el amor, no consumía al otro sino que contemplaba al otro. Como artista, no era presa de la sociedad de consumo sino  de una sociedad de contemplación, de desposesión, surrealismo y patafísica, irreverencia y desafío.

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