Juan Carlos Torres Lizarazo | Magíster en Filosofía y catedrático de la Universidad Industrial de Santander | Publicado el 6 de junio de 2013
Por estos días ha renacido mi interés personal por tres directores de cine que o han marcado historia o de seguro la marcarán. El primero de ellos es Charles Chaplin, debido a que leí un análisis realizado por André Bazin en su libro Qué es el cine en donde expone sus ideas sobre dos de sus últimas películas Monsieur Verdux y Candilejas, dejando ver la maravillosa genialidad de Chaplin y la coherencia de toda su obra, no como una serie de fragmentos, sino como una teoría sobre la naturaleza humana expresada en su trabajo.
Esta coherencia, creo yo, es la que permite pensar en maestros del cine. Pocos son los directores que tienen un estilo y unas ideas determinadas que se repiten en sus películas y que hacen referencia directa a una idea del autor. Terrence Malick, es uno de esos directores que ha logrado imponer su estilo, por encima de las exigencias de Hollywood, de tal manera que sus últimas películas muestran la perfección de su arte. El árbol de la vida es una de esas maravillosas películas que tienes que ver más de una vez para captar todos los detalles expresados en cada cuadro, en cada fotograma y que son fundamentales para entender todo lo que quiere expresar un director.
Este gran director, de seguro, en unos años será reconocido como un maestro del cine. Y esto nos permite de paso adentrarnos en el tema que nos interesa, pues Malick, claramente recibe influencias de Kubrick en su obra, los planos largos y lentos acompañados de una maravillosa musicalización, la escena del origen del universo en El árbol d la vida, necesariamente nos transporta a 2001: odisea en el espacio con el manejo de los colores y las posibilidades que ofrece el espacio exterior.
Y precisamente es Stanley Kubrick uno de los más grandes maestros de la historia del cine, pero también es quizá el más enigmático de todos, pues en muchas de sus películas hay situaciones difíciles de explicar que hacen que al terminarlas nos quede la sensación de que debemos verlas de nuevo para entenderlas mejor. Sin embargo, tal desconcierto ante su complejidad nos obliga a verlas por tercera, cuarta, quinta…vez, hasta que encontramos ‘algo’ que queremos ver en ellas, pero no exactamente lo que se quiere decir en las mismas. Si es que existe algo que se quiere decir más allá del guion.
Hace un tiempo, por ejemplo, discutía con un compañero de Universidad acerca de 2001: Odisea en el espacio y él mencionaba que toda la película era una metáfora sobre la procreación y que la escena en la que la nave llega a la estación espacial, ubicada en marte, era un claro ejemplo de fecundación de un ovulo. Yo me quedé pensativo y volví a ver la escena tratando de encontrar lo que para él era tan evidente, pero no lo vi, o al menos no con la claridad con la que él lo planteaba. De igual manera sucede con El resplandor, hay un nuevo documental sobre la película llamada Room 237 (no me pregunten cómo la vi) en la que una serie de “intelectuales” dan sus opiniones, sus interpretaciones de los hechos y de los mensajes ocultos que vieron en ella. No obstante, lo que hacen es halar la película, sus escenarios y símbolos hacia sus intereses personales, hacia sus conocimientos, basados en la idea de que al ser Kubrick un genio, todo lo que está dentro de la escena debe tener una razón de ser y una simbología.
Así que en esta cita nos encontramos con todas las interpretaciones posibles de cada uno de los símbolos de la película, desde las ventanas, hasta los cuadros etc. No considero malo este ejercicio, de hecho algunos te pueden poner a dudar; sin embargo el problema es que cada interpretación deja por fuera un sinnúmero de símbolos que están presentes dentro de la película y que no se atreven a tocar. Como por ejemplo, nadie toca la escena de la foto de Jack en una fiesta realizada el 4 de julio de 1921 con la que termina la película y la que sin duda es la que más incógnitas deja. Yo tampoco me atreveré a interpretarla, pero lo que sí puedo decir es que no se puede pretender interpretar una película de un genio como Kubrick, basados solamente en algunos símbolos presentes en las escenas y que muchas veces somos incluso nosotros mismos quienes le damos ese estatus, pues perfectamente pueden ser elementos meramente estéticos, ubicados de tal manera para dar una mayor veracidad a la decoración.
A lo que me refiero es a que de seguro es más fácil interpretar El resplandor si se tienen en cuenta las cintas anteriores y, claro está, también las posteriores; de la misma manera que en Chaplin se puede encontrar una coherencia en todo su trabajo cinematográfico, que hacen que Monsieur Verdoux, a pesar de ser una película que parece contraria a todas las demás, sea perfectamente lógica dentro del totalidad de su obra, como nos lo presenta la argumentación del crítico francés André Bazin. Así, la violencia, por dar un ejemplo, debe ser un elemento clave para entender el comportamiento de Jack, pero no su propia violencia, sino la violencia de Alex en La naranja mecánica o la violencia de los monos en 2001 Odisea en el espacio, que hacen que pensemos que tal vez el comportamiento de Jack no es una cuestión sobre natural, sino, más bien, algo normal dentro de la naturaleza humana, por macabro que parezca.
Hace poco hacía unas pequeñas grabaciones experimentales en un centro recreacional y me di cuenta de lo importante que es la soledad para generar tensión, y es algo que Kubrick sabía y manejaba con maestría. Quizá es la soledad la culpable de la violencia de Jack, pues la soledad es uno de los más grandes temores de todo ser humano, no como una cuestión de amor por el otro, sino de amor por uno mismo. Lo digo, para cerrar el ejemplo iniciado, pero no quiero hacer afirmaciones muy arriesgadas porque considero que esa tarea debe implicar un trabajo más arduo y debe ser expuesto con más tiempo y espacio. Pero lo que sí quiero decir es que interpretar a Kubrick no es una tarea de analizar los símbolos que aparecen de manera individual en cada película, sino de encontrar su pensamiento que atraviesa toda su obra y que aún no hemos podido descifrar o quizá no le hemos dedicado suficiente tiempo. Esta afirmación, aunque también sea arriesgada, sí tengo que decirla: no nos hemos dado cuenta de que muchos de los grandes pensadores de nuestra época debemos buscarlos en el cine.
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